En seis semanas las vacunas han aumentado los abortos espontáneos en un 366 por ciento en Gran Bretaña, según datos oficiales. El dato es muy sorprendente porque el gobierno advirtió expresamente que ignoraba los efectos de las vacunas sobre la fertilidad.
Si las vacunas son experimentales y si exigen que las personas sean informadas puntualmente por un médico antes de la vacunación, la conclusión es taxativa: los médicos no están informado de nada y en consecuencia, no hay consentimiento por parte de los vacunados.
Lo que decimos de la vacunación de mujeres embarazadas, lo podemos extender a la lactancia: el gobierno británico también ha advertido que ignora los efectos de las vacunas sobre la leche materna y, por lo tanto, de las consecuencias que puede tener sobre los recién nacidos. Los médicos no deberían vacunar a las embarazadas y deberían aconsejar a las mujeres en edad fértil que eviten el embarazo durante al menos dos meses después de la segunda dosis.
Desde el primer aborto registrado de una embarazada hasta el 7 de marzo, el número aumenta con el paso del tiempo.
No sólo se trata de abortos. A ellos hay que añadir algún de caso de niños nacidos muertos que, curiosamente, no constan como muertos a causa de la vacunación de la madre.